Febrero: mes de la lucha contra el cáncer infantil
Hagamos conciencia, ayudemos y valoremos lo que tenemos.
Aprendí que a los bebés también les da cáncer cuando Luis Pablo, mi bebé de un año y 2 meses, fue diagnosticado. Apenas había aprendido a caminar cuando la vida lo estaba haciendo correr; qué digo correr, volar en cuestión de aprendizaje con pasaje completo para toda la familia... Él no hizo nada mal, nosotros tampoco, no fue expuesto a nada más que puro amor; y un día, de pronto, llegó.
Quimios, cirugías, trasplante, neutropenia, terapia intensiva, oncología...
Cuando la palabra cáncer llega a tu vida, sobre todo cuando se trata de un ser indefenso que depende totalmente de ti, te 'noquea' tan duro que no te deja ver ni escuchar nada más... solo retumban esas seis letras en tu mente. Pasa un tiempo para lograr procesar realmente lo que te pasa, lo que vives, los ánimos que más gente te da, las palabras de otras personas... es poner pausa y ver en cámara lenta todo lo que pasa a tu alrededor...
Nada parece importante: tu casa, tus problemas, tu trabajo, esos kilos de más o de menos, qué pasa en las noticias. Te haces totalmente empático al sufrimiento ajeno, valoras los pequeños regalos de la vida, apoyas causas, te pones la camiseta, dejas de juzgar, entiendes lo importante que es el apoyo, escribes este tipo de cosas en el mes del cáncer y ya nada vuelves a ver con los mismos ojos...
Hay cosas que las mamás que pasan por esto entienden desde el fondo de su corazón:
Verdaderamente entiendes lo que significa que tu vida pueda cambiar de un día para otro.
No existe opción, vida, hobbies, planes... vivirás mucho tiempo con esto, la palabra cáncer será lo que más escucharás por mucho tiempo, tanto, que ya ni siquiera te da temor, llega a sonar natural.
Los niños seguirán jugando aunque tengan cáncer, a ellos no se les acaba el deseo de seguir con su vida aunque estén conectados a un robot que les proporcione quimios en ese mismo instante.
Se perderán piñatas, escuela, clases de natación, correr al aire libre, jugar en el jardín... su vida será el encierro, los tapabocas, miles de lavados de manos, medicinas, quimios, intervenciones, temperaturas... pero finalmente se las arreglarán y harán de ese mundo "su mundo"; su capacidad de adaptación es sorprendente.
Los adolescentes se perderán los bailes, las salidas con los amigos, probablemente los dejarán ir a su graduación para regresar corriendo al hospital por todo el riesgo que corrieron.
Seguirán jugando escondidas y tratando de correr a su modo, siempre con miedo de sentir ese jalón que les da "el robot" y que les recuerda que su vida no es normal, que tienen que llevarla más despacio... tú como mamá te las ingeniarás para caminar con vasos en las manos, niño en los brazos y robot jalando; si quieren un paseo en carro, te las arreglarás para llevar el carro y el robot al mismo tiempo.
No hay algo más radioactivo que su pipí y hemos cambiado ese pañal "radioactivo" medio dormidas a altas horas de la noche, sin acordarnos de usar guantes.
Dormir en la cama de un hospital te enseña cosas muy interesantes... como la habilidad de despertarte después de un día muy cansado, corriendo para alcanzar a poner la bolsa justo en el momento de sus náuseas.
La fiebre... será más cercana a tu hijo de lo que puedas imaginar, de hecho convives con ella muy frecuentemente y será un verdadero motivo para estar preocupada, no como cuando era un bebé que le daba por nada.
Su primera cirugía y esa primera cicatriz serán siempre la peor. Ver su hermosa, suave y delicada piel de bebé tan maltratada, moreteada, llena de piquetes... te destroza el corazón... pero te sorprenderás de ver cómo siempre tienes una sonrisa y te haces fuerte para él, aunque a veces llores a escondidas en el baño.
Te das cuenta de que nada es tan importante como tener a tu hijo bien.
Jamás vas a olvidar lo que sientes cuando empiezas a barrer, limpiar y sacudir su pelo por todas partes; cuando lo bañas y mechones de él empiezan a caerse y tienes que sonreírle y decirle que no pasa nada... actuar como si eso fuera "súper normal y súper cool como Superman".
Nunca vas a olvidar ese día en que fue inevitable raparlo, pero menos aún cuando sientes su cabecita calva en tu mejilla por primera vez.
Cualquier fiebre o mínimo dolor que tenga no volverá a ser igual... no importa cuánto tiempo tenga tu hijo sin cáncer... siempre te recordará que éste puede regresar.
Las estadísticas no significan absolutamente nada cuando se trata de tu hijo.
No podrás evitar al salir o ir al súper ver a un niño de la edad de tu hijo, sin acordarte de lo diferente que fue para el tuyo la vida. Sin embargo, apreciarás la salida. Sentarte a comer una comida casera caliente será como un sueño, te das cuenta de que puedes vivir de sobras.
Realmente comprenderás lo que ser prudente significa.
El tamaño no importa... Te darás cuenta de que los niños, por muy pequeños que sean, tienen grandes espíritus; te sorprenderás de verlos más fuertes que tú.
Ellos no se rinden y los padres tampoco.
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